veteranos desayunaban compartiendo periódicos y charla. La frase de rigor para lograr la sonrisa de los lugareños fue elogiar la hermosura de la mañana. "Teníais que pagar más impuestos aquí en Lekeitio que los que pago yo en Gasteiz"-dije antes de pedir permiso para sentarme con ellos. El más risueño dijo que lo que teníamos que hacer en la capital de Euskadi era quitar tantas rotondas como tenemos, que cada vez que tiene que ir a hacer papeles se aburre de dar vueltas y vueltas. Aseguró incluso que alguna vez había tenido que llamar a algún amigo porque se había perdido. Otro lekeitiarra dijo que su pueblo era el Paraíso. Fue entonces cuando el risueño contó una anécdota sobre una bella palabra vasca que, al igual que el agur, ha pasado a engrosar el diccionario de la Lengua Española. Explicó que un día, viendo el concurso "Pasapalabra" en la tele, para completar el rosco de letras había que definir el acto de "remar con un remo armado en la popa de una embarcación manejado de tal modo que produzca un movimiento de avance". El veterano mocetón se quedó sorprendido cuando vio al concursante responder "singar", una palabra común entre los arrantzales euskaldunes, un préstamo que el euskera
había realizado al castellano. Después de elogiar el conocimiento enciclopédico de aquel concursante, hablamos de más palabra vascas y les pedí que siguiesen hablando en euskera para no alterar sus costumbres matinales. Fueron amables y usaron un batua al alcance de mi entendimiento y no el idioma cerrado de los lekeitiarras. Singar... Chingar... ¿Serán palabras hermanas? Un experto en etimología podría encontrar esa familiaridad semántica al comparar los movimientos del remero con los de la cópula. No en vano dice el diccionario que singar en Cuba y Venezuela es "realizar el coito", lo mismo que la tercera acepción de "chingar". Sobre lo que pasó durante el sábado 17 entre los 7 héroes que fuimos a Lekeitio a disfrutar de la enésima edición del Congreso Interfederal de Palpitant Burning Amigotes, queda constancia fotográfica del encuentro en el Faro de Santa Catalina, una comida en el Egaña por 32 euros, un poteo apto para quasisexagenarios y un día de tiempo primaveral y carcajada continua. La amistad... Bendito regalo del que disfrutamos Manu, Juan, Toño, Javi, Ignacio, Rafa y yo. Siete... Buen número...